Un inserto en mi cerebro. Que tiene tu nombre en tinta roja, cursivamente escrito a pulso. Que no dejaba de leerlo, de estudiarlo, y de calcarlo en mi mano.
Un injerto de recuerdos. Que cayeron como hojas de lapacho sobre mis lagrimas lilas, estratégicamente ubicadas sobre la misma baldosa de vereda. Que no me dejaba enfocar la mirada, que no me dejaba ver nada.
Un intento fallido. Que no supo seguir la ruta calcada en rojo, perfectamente trazada con agua de llanto sobre la misma imagen enfocada de tu ausencia repetida una y otra vez sobre mi arrepentimiento.
Rz
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