Monday, October 30, 2006

MUTEANTE

60 años... oliendo estos muros llenos de humedad, destinado a jamás atravezarlos. Separan mi machucado cuerpo de la supuesta libertad. Mi castigo no es injusto, asesiné sin prejuicio alguno a todo ser viviente que atravezó mi campo visual.

Admito que tuve suerte. Yo cegando más de 1000 vidas, recibí como castigo un eterno encierro, alejado de toda civilización. Pero pudiendo ver amaneceres. Ocasos. Días grises y soleados. Sintiendo el aroma que traen las brisas de este peñazco. Oyendo el silencio...

Y así poder con todo el tiempo del mundo, romper el cascarón, dejar este envase de mugre y muerte, volverme verde y fuerte, como el moho que abraza irremediablemente nada.

Desde el tercer día de encierro, sé que fué el tercero porque desde ahí dejé de contarlos (claro, no valía la pena contarlos si tarde o temprano se acabarían inevitablemente)

El único ser vivo que no exitó a mi jolgorio asesino, fué ella. AURORA, la más hermosa langosta.

Duró muy poco nuestro amor corporal. Como castigo creo yo, que al muy fuerte abrazarla, quebré su vida, dejando escapar su alma atravezando el éter exageradamente más rapido que la luz.

Sólo 3 días. Pero estaba escrito hasta en los muros cubiertos de humedad que debía sufrir por el resto de mis días. Y sufrí, demasiado creo yo, tanto como para despertar mi imaginación, no la asesina, sino la materializadora, esa que es capaz de descifrar los códigos atómicos y transmutar cualquier cosa en otra.

Abracé por última vez su inerte cuerpo, esta vez ya con poca presión. Llevé su lomo a mis labios y la besé por última vez. Luego me la comí. Sin masticarla, dejando que atravezara mi garganta hasta llegar al centro de mi cuerpo completamente intacta.

Hice todo esto, siguiendo el dictado de mi imaginación materializadora, que prometió convertirme en ella misma, ejectando a mi alma de toda posibilidad de reencarnación.

Ni una sola pizca de lo que alguna vez fuí, inclusive en vidas pasadas debía quedar como evidencia.

Trato de anotar todo lo que pueda, pero ya me estoy quedando sin moho en la pared, ya no tengo lienzos de piedra en donde relatar mi historia de amor.

Y cada vez, un poco más verde voy sintiendo al fin la hermosa promesa de esa voz.

"no dejar evidencias"

Rz.

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